Simple leyenda ~Reed Y.~

Había ido aquel sábado a Hogsmeade con unas amigas de mi casa. Finalmente me había separado de ellas, ya que habíamos entrado en 'Tiros Largos Moda' y parecía que a ellas les quedaba bastante cuando yo ya había mirado y comprado todo lo que quería. Les avisé de que me iba a dar una vuelta y que volvería sola al colegio, que hicieran marcha sin mi. Me había costado un poco convencerlas pero al final lo había conseguido. Una parte de mi necesitaba estar sola y no con ellas aburrida en una tienda.
Apenas levantaba la vista del suelo mientras iba caminando por lo que choqué con varias personas, disculpándome inmediatamente, pero sin darme apenas cuenta de quien era cada una de ellas. Acabé levantando la cabeza cuando me tope con una verja de alambre. Había llegado hasta La Casa de los Gritos. Se contaban muchas cosas acerca de esa casa, pero solo eran leyendas, seguramente la mayoría de esas leyendas no tuvieran nada que ver con la realidad, ni una mísera palabra. Entré al terreno de la casa y caminé decidida hasta llegar a la puerta principal. Al abrir sonó un fuerte chirrido que hizo eco en la casa vacía. Aún así no me eché atrás y entré en la casa. No era la primera vez que lo hacía, pero sí en la que iba sola. Me adentré por el pasillo hasta llegar a la última habitación de la planta baja. Tenía una chimenea, una mesa a la que le faltaba una pata, sillas viejas y un sofá frente a la chimenea. Y del sofá sobresalían los pies de alguien...

"¡¡Bomba va!!" exclamó una voz blanca desde el otro extremo de la Sala Común de Ravenclaw. El mero griterío, ya de por sí me molestaba. Tenía mi vista fija en el libro de pociones, tratando de estudiar para el próximo examen. Pero no lo conseguía.

Lo que terminó de desconcentrarme fue el intenso olor fétido proveniente de aquella bomba maloliente que había usado aquél niño de segundo. Levanté la mirada y fulminé al chico con la vista una vez lo localicé. Éste se rió y salió corriendo. Arrugué la nariz, asqueado, y salí de la sala. Sabía a dónde dirigirme: la Casa de los Gritos. Todo aquello que contaban de ella era puro mito, pues ya había estado varias veces ahí cuando quería estar solo. Ni en la biblioteca puede concentrarse uno.

Una vez llegué, me recosté de golpe sobre un sofá viejo, abrí el libro, y empecé a estudiar. Media hora más tarde se interrumpió el silencio. Miré hacia la persona recién llegada. Alysa Bremmer. Sonreí de lado a modo de saludo.

-Bremmer,- dije, con un tono de sorpresa.

No tardé mucho en darme cuenta quien era la persona en cuestión.
-Yance -dije a modo de saludo, aunque no pude evitar reír un poco.
Miré a mi alrededor. Al parecer estaba solo, pero...
-¿Qué estás haciendo aquí? -le pregunté, curiosa, acercándome un poco más al sofá en el que estaba, colocándome justo a sus pies, sin dejar de observar el lugar.

Suspiré levemente y cerré el libro de golpe, incorporándome. Amplié mi sonrisa, mirándola fijamente.
- ¡Lo mismo digo!- exclamé. Dejé el libro a un lado. - Suelo venir aquí para estar solo. Normalmente a nadie se le ocurre venir.- Menos a ella.

Le saqué la lengua divertida ante lo primero que dijo.
-Pero yo soy especial -dije, levantando la cabeza orgullosa-. A las chicas aún les quedaba para salir de la tienda -le expliqué rodando los ojos-. Y que conste que yo no quería venir aquí, simplemente caminé y caminé... -añadí sin terminar la frase, el resto era obvió.

¿Especial? ¡Habría que definir eso! Se excusó diciendo que las chicas estaban aún en la tienda. Va, fuese lo que fuese, me imaginaba el establecimiento. Levanté una ceja ante lo último.
- Más que especial, eres medio anormal por no haber visto este pedazo de casa desde un kilómetro como mínimo,- bromeé.

Le fulminé con la mirada cuando escuché lo que dijo, aunque sabía que bromeaba, siempre estábamos igual.
-Es lo que pasa cuando miras al suelo, que no se ve mucho más allá -comenté cruzándome de brazos.

Su expresión me hizo sonreír aún más. Mosquearla podría ser una de mis mejores aficiones. Me reí, viendo cómo cruzaba los brazos en una actitud que parecía ser defensiva, en mi opinión.
- Deberías mirar al frente de vez en cuando,- contesté.

Al escuchar sus palabras, sonreí irónicamente.
-Debería -asentí-, pero ese no era el momento... -dije, por decir algo-. Además, ¿tanto te molesta que esté aquí? -le pregunté poniendo cara de niña buena, mientras me sentaba a su lado.

((Lo sientoooooo D:))

Se sentó a mi lado y apoyé la espalda en el sillón, otra vez, cruzando los brazos. La miré intentando aparentar seriedad, aunque a saber si realmente iba a tragárselo.
- Como te he dicho, vengo aquí para estar solo.-

Al escuchar sus palabras volví la cabeza para mirarlo. Se había puestos serio. Pero creía conocerlo bastante como para saber cuando se ponía serio o se enfadaba de verdad y cuando lo hacía simplemente para molestar, o intentar que me lo creyera. Y, si no me equivocaba, esta vez era la segunda opción.
[color=deepskyblue-Pues lárgate[/color] -comenté, rodando los ojos.
Aunque en realidad no quería eso, y si le daba por hacerme caso, quizás mandara al traste al orgullo, cedería, y le pediría que se quedara. O quizás no, depende del punto que me pegara en aquel segundo crucial.

Apreté los labios. Me quedé un par de segundos quieto, y luego agarré el libro y me levanté del sillón. Me giré para mirarla.
- Está bien. - Hice una mueca. - Estaré en el piso de arriba si me necesitas.- Me di la vuelta, intentando disimular una sonrisa. Nunca había ido a la planta superior, así que tenía cierta curiosidad.

En realidad me esperaba aquella reacción, por lo que solo me quedé mirándole con una ceja levantada.
-Hay que ser estúpido Yance -comenté, antes de que saliera de la habitación.
Seguramente hasta el sabría que no lo pensaba en realidad, pero llevábamos ese tipo de relación. El molestarnos era nuestro deporte favorito cuando estábamos juntos.