Y después vendrán los rumores [Anabelle. +18]

Se dicen muchas cosas en los pasillos de Hogwarts, muchas historias inventadas, muchos rumores que difícilmente son ciertos. Pero como esto no viene a cuento ahora, supongo que sería mejor dejar el comentario para después.
Eran las nueve de la noche en el Gran Comedor y en el resto del Reino Unido, porque se negaron a darnos una zona horaria diferente al país. Yo estaba sentado en una esquina de la sala, alejado de la chimenea. Ya estaba por terminar. La mayoría de los alumnos estaban cenando, pero yo agarré el último trozo de comida, lo engullí y me dirigí rápidamente hacia el lugar donde debería de estar la Sala de Menesteres.

Un reto era un reto. Mientras no pusiera en peligro la vida de uno mismo, ¿porqué no hacerlo?

Las cortinas azules de mi cama junto con las motas de polvo eran un gran espectáculo. A quien engañaba era aburrimiento total. Tras haber dado una refrescante ducha busque que porneme. Opte por una lencería negra y roja, muy sexy. Sobre esto un traje de color azul claro, sencillo. Había hecho una apuesta y en esos momentos iba camino a que se cumpliese. 

La sala de menesteres era el lugar preestablecido para el encuentro. Estaba frente a una pared pensando en un ambiente entre romántico y sexy. Una puerta se abrió frente a mi y lo que había dentro era una chimenea. Un fuego alumbraba aquel lugar alfombrado. Una cAma de vestidras de seda. Pedí que solo una persona pudiera entrar. Esa que debía cumplir la apuesta.

Fresas whipped cream. Y chocolates, en unas mesitas al lado de la cama. Tome un fresa y la lleve a mis labios. Me recosté sobre la cama a esperar a aquel chico.

Jamás había entrado en aquella sala. Algunos decían que sí que existía, otros, que era leyenda. Esperaba que no fuese una broma de Dinaway, porque sería algo bastante... humillante.

Alcancé el lugar donde parecía que debía estar la sala. Había una puerta grande. Fruncí el ceño. ¿Qué coño? ¡Si ahí no había habido ninguna puerta antes? Giré el pomo y asomé la cabeza.

No era una broma de Dinaway. Ella estaba ahí, en un ambiente que calificaríamos de surrealista. Sonreí de lado y cerré la puerta tras de mí.

Mientras disfrutaba de una deliciosa fresa la puerta se abrió nuevamente. Tras esta entro un castaño casi rubio. Lentamente me senté al borde la cama. –llegaste- una sonrisa encantadora se asomo por mi rostro – que tal si me haces compañía- dije señalando la cama y ofreciéndole de las fresas y el chocolate en la mesita. – ¿Que te parece el lugar?-

Dinaway sonrió, y repetí el gesto, de manera inconsciente. Me senté a su lado, finalmente tumbándome boca arriba.
- Espero no haber tardado mucho,- murmuré, dirigiendo la vista hacia ella.
Me preguntó qué me parecía el lugar. Miré un poco a mi alrededor, como si no lo hubiera hecho antes.
- He de reconocer que tienes una buena imaginación,- bromeé. Al fin y al cabo todo aquello lo había sacado ella de su propia cabeza. Alargué un brazo para coger una fresa y ofrecérsela.

Le di un mordisco a la fresa aun en su mano. Luego mordí mi labio inferios y me puse sobre el. Le dedique un tímida sonrisa y mire al techo. - que tal si me cuentas mas sobre vuestra persona?